“Ro-man-ce fue de papel/ mi romance sólo fue de papel/ me da pena que queriéndote así/ tu carita sólo ríe/ ríe/ ríe/ ríe/ rííííeeee” (Besos de papel, Violeta Rivas)Nos conocimos en el verano del 2005. No era el mejor momento: él, disfrazado de Colón, yo en camisón. Pero el flechazo fue instantáneo. Él no podía dejar de mirarme, y… bueno, yo también estaba cautivada. Estoy hablando de Emiliano Rella. El nombre lo supe después, por mucho tiempo fue “el chico de call tv”.
Call Tv (que todavía está en el aire, con otros conductores) se pasaba a la madrugada, cuando terminaba toda la programación del canal. Consistía en una serie de juegos interactivos, y los que llamaban podían jugar desde su celular y ganar plata. Un embole. Si no hubiera sido por la presencia de este muchacho que, junto a Carla Conte, conducían el programa.
Evidentemente este chico tenía algo que trascendía la pantalla. Lo más increíble era su gestualidad. Nada, porque la escenografía del programa era nada: él y una proyección lumínica por detrás. Pero viéndolo se podía llegar a entender qué quiere decir Barba con lo de “teatro pobre”: el actor, el espectador y nada más. El espectador cautivado por el gesto, la voz, la movilidad del actor.
Hubo en los medios mil notas sobre su histrionismo, evidentemente teatral. Generalmente inquietaba, porque, claro: definitivamente un modo de discurso nuevo, una imagen nueva, proveniente de otro espacio distinto al televisivo. Ese tipo ahí, como si se hubiera escapado, como si nadie se hubiera dado cuenta de lo que significaba que estuviera en ese espacio marginal (por el horario), dando rienda suelta a su performance brechtiana: actuar y evidenciar la ficción de su actuación; hablar hacia fuera de cuadro y dar cuenta de la continuidad de la escena ahí.
Sí, esto es lo que suelen hacer todos en la televisión actual. Pero es diferente, porque todo lo que E. Rella hacía estaba totalmente dirigido al espectador (a mí, que lo miraba en camisón) y no “para reírse entre los que hacen el programa” y dejar al que mira en el lugar de un voyeur desorientado.
Incluso desde la imagen pretendían encorsetarlo en el estereotipo de chico moderno de la tele: jeans de marca, camisita ajustada, pelo parado al estilo Astroboy. Pero no. El tipo dale saltar y saltar, revolverse la cabeza, tirarse al piso. La imagen le duraba el primer minuto del programa. Lo mejor era “la caída del peinado”: siempre terminaba con el pelo enmarañado.
O sea: se cagaba en la imagen-mercancía que fabricaban para él. Su histrionismo hacía estallar cualquier estereotipo. Su cara gesticulante en primer plano, y su cuerpo de actor poniéndose y sacándose sombreros y artefactos.
En la ZCH 3 la editorial está encabezada por una frase que dijo en un reportaje, “no quiero, ser como los otros, soy un viejo en un cuerpo de joven”.
Hasta me fui a la oficina de la productora del programa para dejarle un ejemplar de nuestra revista y así supiera de nuestra existencia y de que lo apoyábamos en su labor de resistencia desde la pantalla de nada más y nada menos que canal 9.
Pero la militancia le duró poco. Primero aceptó ser notero de “Operación triunfo”, dónde le pedían que fuera medido y economizara los gestos. Después dejó “Call tv” y, junto a la tetona Carla Conte empezó a conducir el espantoso programa “Jugados por amor”. Se convirtió en una de las “caras del nueve”. Y lo peor de todo: ahora es un chico-Sofovich.
Con su traición se fue el amor (así como cuando Dolina participó en la campaña política de Rukauf y no lo escuchamos más).
Pero si leés esto y te arrepentís, Emiliano Rella, sabé que en Quilmes necesitamos actores y te estamos esperando.