sábado, agosto 18, 2007

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Sí, me fui, Ofe querida, sabía que no iba a poder soportarlo. Porque, ahora lo confieso, algunas veces prefiero el teatro clásico: sólo hubiera podido entrar a ver Información para extranjeros si me hubieran asegurado eso que los teatristas suelen llamar la “tercera pared”, pero sabía de antemano que no contaba con eso. Porque, te lo vuelvo a decir, hubiera sido la única manera: sentarme, aunque más no sea al frío de una silla desvencijada (porque calor y butacas no se le pueden pedir al Pampero) y sentir que esa mismísima silla, helada vuelvo a decir, que seguro iba a sentir doblemente pegada a mis piernas gracias a mis pantalones chupines, funcionaba como el reaseguro que me mantenía fuera de la puesta, una especie de amuleto ilusionista que me anclaba al suelo como la ley de gravedad y me impedía volar al “cielo” del escenario, como paradójicamente – para este caso, digo- llamaba Brecht a la realidad escénica.
Igual, por lo que me contaron, y lo afirmo de oídas nomás, de nada me hubiera servido. En la mateada final que se hizo para el debate estaban presentes las madres de los chicos asesinados en la llamada masacre de Quilmes de octubre de 2004. ELLAS CONTARON DE QUÉ MANERA ASESINARON A SUS HIJOS.
Sí, se trata de los muertos que nos siguen tirando al río. “Algo huele a podrido en Dinamarca” decía Hamlet. Y con cada subida de la marea el olor aumenta. Lo suficiente, por lo menos, para cuestionar la seguridad de las sillas, de mi casa, de mi barrio…

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Tal como lo decís Clarita, por eso lo mencioné, porque "hiciste algo", digo, porque no pudiste hacer "como que estabamos asistiendo a un espectáculo". y así lo dice V.V también, que nos sentimos más incomodados por la ausencia de butacas que por otra cosa, hasta el final, cuando las madres contaron, y ya no fue teatro.

9:58 a. m.  

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