miércoles, junio 27, 2007

Marat en Banfield


No conocía el Teatro El Ensamble más que por las referencias de Vesta, que suele ir con Roby Teseo los domingos a ver obras locales, o por los dichos de V.V, que también tenía la costumbre en otras épocas de asistir a shows del under adroguense. Qué rara es está zona de la zona sur (no para Clarita, como me dijo, “el barrio de su infancia”). Me parece rara, me parece siniestra (¿en dónde escuché la semana pasada el cuento ese de Freud que viaja en tren y ve a un viejecito que lo mira por la ventana y se da cuenta de que es él, que no se había reconocido y ahí nomás se le ocurre el rollo este de lo siniestro? ¿A dónde lo escuché?). Porque es como si fuera Quilmes, como si fuera, pero no es. Podría ser tranquilamente cualquier calle que archi-conozco de mi ciudad natal, pero no es, no conozco nada.
El Teatro El Ensamble me encantó. Por empezar, tiene adelante un barcito re cool –aunque caro- que dan ganas de quedarse a tomar algo, a esperar a los actores a que terminen de cambiarse y saludarlos. Y la sala es increíble, es muy grande y se ve “maleable”, multifuncional, con un montón de posibilidades.
Todos los domingos de abril el Grupo El cuarto presentó en El Ensamble “Marat–Sade”, bajo la dirección de Claudio de Pirro –el mismo director de “Madre de madres”, la obra del último TxI zona sur. En la revista le pusimos “Gustavo De Pirro”, valga este espacio para la Fé de erratas-
“Marat-Sade” es una obra de Peter Brook y, si bien desarrollar el argumento es complejo, podríamos decir que trata acerca de la Revolución Francesa, el rol de Marat en ella y de cómo fue asesinado en su propia bañera.
Lo que más merece destacarse de la puesta es el uso del espacio, en una sala tan amplia que daba sensación de carpa de circo. Los actores no quedaban “chiquititos” sino que cubrían con sus acciones la totalidad del espacio escénico en movimientos casi coreográficos. Las escenas se sucedían de forma múltiple: arriba, en el centro, por los laterales del escenario, lo que permitía al espectador seleccionar dónde centrar su atención. Yo muchas veces me quedé siguiendo con la mirada a una chica pelirrojita con cara dulce, y otras me quedé mirando a Sade, tan bien caracterizado que daba miedo, con su sonrisa satánica.
También el vestuario era excelente: no realista sino teatral; igual que esa especie de cortina foucaultiana, hecha de vendas, que remitía metonímicamente al manicomio, a la enfermedad, a los hospitales.
Pero creo que una de las cosas que más me gustaron fue la idea de proyectar en una pantalla que estaba por detrás de la escenografía los “créditos” de la obra.
Lo que, quizás, quedaría por reflexionar es por qué El Grupo El cuarto, un elenco conformado por egresados de la Escuela de Avellaneda decide realizar una obra de Brook que habla sobre la revolución francesa. Por qué poner en escena “los grandes textos consagrados”: Shakespeare, Molière, Racine, Sófocles. Algunas otras pocas veces Brecht. ¿Realizar sólo sainetes? No. Apostamos a la propia producción, a los nuevos textos, y, a las puestas como esta, que elige Brook pero sale bien.

A la salida de la función repartimos las zetaches al público asistente y nos quedamos merendando en el barcito del teatro. A lado nuestro también merendaba la actriz de “Madre de madres” que, al leer en la revista las críticas a las obras de TxI no pudo evitar exclamar: “¡qué mirada tan estúpida y lineal!”. Nuestros ojos brillaron: se viene la polémica, pensamos. Pero no: la actriz concluyó: “bueno, cada cual tiene su opinión” y simplemente cerró la revista.

lunes, junio 25, 2007

Al PROgresismo porteño


"Ser porteño es ser ciudadano exclusivista".
(Proclama de Felipe Varela, caudillo catarmarqueño, 1866)