miércoles, noviembre 07, 2007

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Que las hay...


El otro día me acordé de una locutora y periodista local fanática de la revista, que siempre está llamando a toooodos nuestros entrevistados y auspiciantes para invitarlos a su programa radial.
La había cruzado la última vez en la marcha en conmemoración a “la mañana de los pinceles”, en la puerta de Bellas Artes. Yo estaba repartiendo revistas y le dí una a ella sin verle la cara, entonces escuché su silabeante voz que me decía: “¿Cómo? ¿Siguen? Yo pensé que se habían separado y que la revista no salía más”. “Ya ves que sí”, le respondí con una sonrisa, y pensé que eso había bastado para alejar la profecía pero al final no, porque nos separamos.
Todo eso pensé el otro día cuando me levanté y casi me arrepentí y me dieron ganas de seguir sacando números, por sólo espíritu competitivo: já, ¡a bruja no me va a ganar!
Al mediodía tenía una cita en Pertutti con un famoso tanguero de la zona. Me senté en una de las mesas de al lado del ventanal, mi silla contra la silla de la mujer de la mesa de atrás. Al final llega P. y me pide de cambiarnos porque el sol le daba en la cara. Entonces me levanto y ahí estaba la periodista sonriéndome. La saludé de lejos pero no pude evitar que se acercara a nuestra mesa. “¿Cómo te va P…?”. “Uf”, pensé, “a él también lo invitó a su programa”. “¿Podrás darme de vuelta tu teléfono?” le preguntó melosa y yo asesté: “¿por qué no te llevás la revista? Al fin de cuentas el número ya lo sacaste de ahí…”
Mientras se alejaba dije fuerte, para que me escuchara: “¿Por qué no nos dejara de romper las pelotas y se busca sus propios entrevistados?”
Que le importaba lo que yo dijera: abajo del brazo se llevaba la última ZCH, la número 13.