viernes, julio 27, 2007

LA ABU


“La nona” de Roberto Cossa
Casa de Arte Doña Rosa – Colón 279 Quilmes
Dirección: Sebastián Suárez
Elenco: Alejandro Casagrande/ Mirta Livetti/ Carlos Feilberg/ Jorge Graffigna/ Norberto Martín/ Eleonora Russo/ María Ferrari

“En el grotesco, la vida pasa por todos los estadios; desde los inferiores y primitivos a los superiores más móviles y espiritualizados, en una guirnalda de formas diversas pero unitarias (…) El grotesco artístico se parece a la paradoja lógica. A primera vista, el grotesco parece sólo ingenioso y divertido, pero en realidad posee otras grandes posibilidades” (Nota al pié citando a Pinski en Bajtín, “La cultura popular en la Edad Media y el Renacimiento, Barral Editores, 1974)

“La nona” es La Obra que Doña Rosa quería hacer. Es como “Esperando la carroza”, una estética, una temática que sobrevuela cada vez que uno concurre a la Casa de Arte.
O quizás no “La nona” en sí, el texto de Roberto Cossa, sino más bien esa idea graciosa que a uno le quedó de la vieja comiendo sin parar, o de Mamá Cora y sus enredos.
La nona, y no la nonna, como debería ser, porque justamente Cossa alude al modo cocoliche de llamar a la abuela.

La puesta de Sebastián Suárez presenta muchas cosas interesantes.
En primer lugar, el uso de la sala: el espacio escénico en el centro, al ras del piso, y hacia uno y otro lado las gradas para los espectadores.
Yo, era la primera vez que veía esa disposición espacial en Doña Rosa, pero Mario Marín, el director de teatro que trabajaba antes en la casa de arte, me comentó que ya otras veces, se había utilizado la sala de ese modo.
Esta disposición bifrontal del espacio escénico coloca a los espectadores unos frente a otros, obligándolos a identificarse y verse desdoblados en esa imagen que supone esos otros espectadores, casi inmersos en la escena, aplaudiendo y observando como ellos.
Técnicamente hablando, este recurso es una marca de la enunciación, es decir, un elemento textual que nos recuerda que estamos en el teatro y que eso que estamos viendo es una ficción.
En algunas poéticas –como la de Bertolt Brecht, por ejemplo-, la presencia de las marcas de la enunciación en un texto tienen como objetivo incitar al espectador a que no quede entrampado en la ficción que la obra le propone, sino que pueda distanciarse y realizar una reflexión crítica sobre lo que está viendo.
En Doña Rosa, no consideramos que la teatralidad (los recursos que nos recuerdan que estamos en el teatro) sea utilizada en este sentido sino en un sentido más sainetero. En los finales de los sainetes como pura fiesta, los actores bajaban a la platea y terminaban bailando con los espectadores (como en Pic-nic, la obra paradigmática de Doña Rosa), la finalidad era provocar una idea de continuidad entre escenario y público, entre ficción y vida, y que los espectadores participen, se sientan parte de la escena.
Esta concepción de la teatralidad creemos que se pone en juego en La nona- y a la vez entra en contradicción- en los apagones que van marcando los cambios de escena.
Cada vez que culmina una escena el director eligió colocar un apagón, mientras se escucha la música de La Traviatta y los espectadores aplauden y saltan en sus sillas. Como las luces están apagadas, justo en ese momento uno no puede ver a esos otros espectadores que frente a nosotros hacen los mismo, por lo que en la oscuridad secreta podemos saltar más de lo que lo haríamos si las luces estuvieran encendidas.
La presencia de apagones en la puesta la envejece de algún modo, y es esta la contradicción que señalaríamos, ya que si es una obra que desde la disposición de la sala ofrece teatralidad, ¿por qué oculta la salida y entrada de los personajes y los cambios que se producen para rearmar las escenas?
Las actuaciones son excelentes, muy bien elegidos los tipo físicos, y buenísimas las composiciones de personaje del elenco, actores ya legitimados desde hace tiempo en el circuito teatral local. Muchos de ellos pertenecían al elenco estable de la comedia municipal, y no entendemos como todavía no existe un espacio para que la comedia vuelva a funcionar.
Pero hay algo que podemos pensar aún, y ese recurso de los apagones, y la gente aplaudiendo. Me hizo acordar un poco a Pic Nic, y ese código que se crea desde el principio: la acción se inicia con la inauguración de la rambla de Quilmes en el año ’20. El personaje de un político radical-irigoyenista entra a escena, acompañado de un obispo y un matón. El político alienta al público para que lo vitorée y llame “doctor”, instaurándose así la convención. En los años ‘40s vuelve el político oportunista, ahora en las filas del peronismo. Nuevos aplausos y vivas. En el pasaje a los ‘60s llegan bailando unos jóvenes que se sientan en ronda y cantan “Despeinada”, canto que deben silenciar cuando entra una enojada Isabelita que grita ¡no me atosigueis!. Tras ella entra nuevamente el Doctor y, de manera simultánea, entran por el pasillo tres militares golpeando el bastón. El discurso del político esta vez es procesista, pero el público vuelve a aplaudir, pues recuerda la convención. El político grita ¡procedan!, y los soldados corren a palazos a los jóvenes de los ‘60s.
En “La nona”, las primeras escenas son graciosas, y ante cada apagón y música el público aplaude entusiasmado. Pero a medida que van pasando las escenas, los personajes van muriendo y se utiliza el mismo recurso de apagón y música y los espectadores, que ya han aprendido el código, siguen aplaudiendo ante un Carmelo desplomado.
Según me comentaron en Casa de Arte, la idea era tomar del texto de Cossa sólo su lado cómico, y que la gente la pase bien y se divierta –objetivo que definitivamente se cumple-.
Pero un género como el grotesco (aunque grotescos-grotescos sólo son para mi alterego masculino, Osvaldo Pelletieri, cinco obras de Discépolo) lo que propone, justamente, es la dualidad, la convivencia simultánea de lo cómico y lo tremendo, produciendo una superposición monstruosa, en la que uno no sabe si matarse de risa o simplemente matarse.
Yo no tengo mucho sentido del humor, por eso desde chica, cada vez que veo “Esperando la carroza”, lloro a mares.
Será por eso que extrañé un poco en esta puesta de “La nona”-que no deja de ser por eso una muy buena puesta- ese otro aspecto del grotesco, macabro, trágico, siniestro; eso que nos produce no una carcajada liviana, sino una mueca.

OFELIA PERETTI

martes, julio 17, 2007

“Divorciadas, evangélicas y vegetarianas” de Gustavo Ott

Artenpié – Vicente López 93 Quilmes Oeste
Elenco DOSMASUNA
Silvina Sastre- Haydée Trappani – Liliana Maldonado

En un número de la revista publicamos una nota sobre tres obras del Primer Festival de Sainete y Grotesco de Quilmes (2005) que llamamos “Mujeres desesperadas”, haciendo alusión un poco al programa de canal trece “Mujeres asesinas”.
Lo que tenían en común esas tres obras es que estaban realizadas por mujeres y que incluso en dos de ellas los textos, cuyos personajes originariamente eran hombres, habían sido adaptados para que esos papeles los representaran actrices.
“Divorciadas…” definitivamente podría incluirse en la categoría temática “mujeres desesperadas”.
La representación de la mujer en esta(s) obra(s) no es la representación tradicional de los medios de comunicación, en los que la mujer aparece como un mero objeto para ser deseado y consumido (visualmente, histéricamente); una imagen pasiva que se exhibe a la mirada masculina. Aunque tampoco sé si podríamos afirmar que este modo de representación de la mujer signifique escapar del modo de representación hegemónico.
En “Divorciadas…” los personajes femeninos (una mujer que se divorció y planea suicidarse, una viuda evangelista que ha perdido el deseo, y una vegetariana libertina que ha adoptado las costumbres alimenticias de su novio infiel) accionan en busca de su deseo. Se asumen sujetos deseantes, sexuados. Son mujeres que se lanzan para concretar sus necesidades profesionales, artísticas, creativas, y también, sobre todo, sus necesidades sexuales.
Pienso ahora en el postulado de la vedette Moria Casán, que incentiva a las participantes de Bailando por un sueño: “hay que sacar la perra que toda mujer tiene adentro”. Y, por supuesto, el mejor modo de sacarla es tomando clases de “pole dance” en su nuevo instituto de baile. “Ser una perra”, en el discurso de Moria, no tendría una carga negativa, sino que significaría “ser una mujer sensual, apasionada y hot”.
Yo conozco un gimnasio que ya instaló los caños. ¿Por qué una vecina del barrio tomaría clases de baile del caño?. Si el objetivo no es la búsqueda de un salida laboral, parece que la idea es aprender “ingredientes” que sazonen la intimidad marital.
Ayer, justamente, vi en “Los 40s”, el programa de Nequi Galotti –la esposa de Bartolomé Mitre, el del diario La Nación, que hombre tan abominable- que se transmite por el canal Utilísima, a un joven empresaria que se ocupa de la producción y venta de juguetes eróticos. La mujer, lookeada intelectual, con anteojos y el pelo recogido, explicaba las características de sus productos, orientados “al modo femenino de concebir la sexualidad”. Es así como, en el catálogo de su empresa podemos encontrar tangas hechas de caramelitos, aceititos con gusto a chocolate y menta, consoladores pequeñitos de color pastel y látigos que en sus extremos tienen cintas de seda. Nada agresivo, todo femenino.
Pero lo más interesante de la propuesta era el circuito de distribución. Las vendedoras de “Sophie –algo” organizan reuniones en la casa de alguna vecina, al mejor estilo tapper-ware, y allí se reúnen las mujeres que, amparadas por lo hogareño del ámbito, se animan a expresar sus dificultades y apetencias sexuales y, también, a comprar los atractivos juguetes.
Es así como, según plantea la joven empresaria, se empieza a pensar –también desde el mercado- en una mujer que es la que “se anima a proponerle a su pareja innovaciones en la relaciones sexuales”
En esta actual concepción de la mujer, el hombre parecería pasar a ocupar un lugar periférico.
En “Divorciadas…” los hombres no asoman más que por su ausencia: un nombre, una voz, un sonido. Una suerte de “Bernarda Alba contemporánea”, los hombres afuera de la escena y las mujeres adentro, ardiendo.
Definitivamente creíbles, graciosas e interesantes las actuaciones de las tres actrices del elenco dosmasuna.
Solamente podemos pedir a esta obra mayor investigación desde las posibilidades de puesta: no nos pareció favorable el uso de la utilería, un único banco que a medida que pasaban las diferentes escenas se volvía banco de la estación, butacas del cine y banco de la plaza. El hecho de que fuera el mismo banco y que no se provocara prácticamente ninguna transformación en la escena para cambiar de espacio, exigía al espectador un exceso de imaginación y se perdía verosimilitud.
“Divorciadas…” busca pensar en el lugar de la mujer hoy, y también busca quizás que la espectadora femenina que concurra a verla se sienta identificada con esas mujeres que, al finalizar la puesta, deciden partir a “hacerse cargo de sus propias vidas”.
Ojalá el elenco dosmasuna siga produciendo obras que den cuenta de este mensaje desde otros puntos de vista, y que también nos permitan pensar en el modo de construcción de la voz femenina en el relato artístico, ya que es esta una producción realizada por mujeres íntegramente.

"Los intereses creados" de Molière


Teatro “El Ensemble” – Banfield
Grupo EL CUARTO
Director: Claudio De Pirro

Había algo artificial en toda la puesta. Probablemente porque hoy, en el 2007, nos sea tan ajeno un texto de la Commedia dell’ Arte; porque quizás nos cueste demasiado reírnos hoy de los chistes de Arlequino y Colombina, aunque sus discursos hayan sido aggiornados con algún “¡la c…de su madre!”
El vestuario era bellísimo, y yo, que había conocido El Ensamble con la otra producción de este grupo, “Marat –Sade”, no pude evitar sorprenderme con el modo en que el espacio había sido reorganizado. Ahora la sala no parecía una carpa de circo, sino una suerte de caja de sorpresas, de esas que se abren y saltan resortes o un payaso.
Pero había algo artificial, y lo noté, -se me evidenció-, en las escenas de la comida: los personajes no comían, sino que “actuaban que comían” y, no es que esté pidiendo realismo, pero la comida fingida –las empanadas de goma espuma, los vasos de cerveza de cartón- pretendían ser comida verdadera, los personajes pretendían comer de verdad y ese quiebre, -saber que la comida era utilería-, nos pedía aceptar un verosímil imposible de creer.

lunes, julio 09, 2007

Después de tanto tiempo...nieva en Bs As y sale Zona Churrinche 12!