miércoles, octubre 04, 2006

Un poeta de acá


En el mediodía del oeste
se ejerce el derecho enfrente de la plaza,
el pueblo está en medio de bicicletas desparramadas
y espera que la cola afloje
para cruzar de la plaza a la intendencia:
así pasan el puente para bajar al río a tirar la línea,
y así pasan de la cocina al comedor
llevando pan con manteca para comer en la cama.

Acá poco se conoce de la ciudad al lado del río,
Avellaneda, Lanús, Ciudadela,
hasta ahí.
Se sabe por un primo,
por el comisionista,
por el noticiero,
no hay centro, no hay tierra, no hay olor a comida,
hay vías, estaciones, locales de pantalones y zapatillas
cerca de las estaciones,
/carteles con la exmujer de alguien mostrando las medias.

“El pueblo es un esqueleto desgarrado, sin giro y sin comercio”.

Está cerca la gran cabecera de talleres
del ferrocarril del oeste,
percudida
igual que un barco rajado,
se trabaja a reglamento:
los galpones
parten en dos aguas el sol de la tarde.

El soldado que descargó las urnas
se acomoda el cinturón,
mira las casas con las ventanas abiertas,
mira las cortinas cerradas,
más ásperas que la luz,
tiene esa sensación en los dedos con los que toca la fajina,
tiene un catre en Junín para pensar
en una mujer regando canteros

Los hombres,
se acomodan el cinturón,
miran las casas con las ventanas abiertas,
saben qué hay detrás de las cortinas,
miran la fila de mujeres,
rojos por el mediodía o por el vino que terminaron,
ahuecados por la misma máquina de cortar a cero,
agradecen la loza que las hace transpirar

Martín Armada (El resto de El Estero, aquí)

* En la imagen: el trovador de Gerli Ricky Espinosa